Corazón Sacratísimo del Rey pacífico: radiante de júbilo como fieles vasallos, venimos hoy a postrarnos al pie de tu trono y gozosos te proclamamos a la faz del mundo, REY INMORTAL DE LA NACIÓN MEXICANA, al acatar tu Soberanía sobre todos los pueblos.
Quermos coronar tu frente, ¡oh Cristo Rey! Con una diadema de corazones mexicanos y poner en tu mano, el cetro de un poder absoluto, para que rijas y gobiernes a tu pueblo amado. Eres Rey como afirmaste en tu pasión, ¡porque eres el Hijo de Dios! Por lo tanto, ¡oh Monarca amabilísimo! este pueblo tuyo, que tiene hambre y sed de justicia, que se ampara en tu celestial Realeza, te promete entronizar tu corazón en todos sus hogares, pobres o ricos y rendirte el homenaje que mereces, reconociendo tus derechos santísimos sobre todo el orbe.
Consagramos a tu Corazón Sagrado, la Iglesia de México con todos sus Pastores, Ministros y Comunidades religiosas; la Patria querida con todos sus hogares, las familias con todos sus miembros, ancianos, jóvenes o niños; a los amigos y a los enemigos y muy particularmente a las madres, a las esposas y a las hijas, destinadas a modelar el corazón del futuro pueblo mexicano, para que triunfes y reines en todos los habitantes de esta Nación.
Todos, ¡oh Cristo Rey!, con ardiente júbilo te juramos fidelidad como nobles y generosos vasallos. Habla, pues, manda, reclama y exige con imperio: pídenos la sangre y la vida, que son tuyas, porque totalmente te pertenecemos; resueltos estamos a dártelos por defender tu bandera hasta que triunfe y sea exaltado, reverenciado y amado para siempre tu herido Corazón.
Ya reina en México tu Corazón divino y desde la santa Montaña consagrada a ti, enjugará las lágrimas, restañará la sangre, curará las heridas de esta República conquistada por María de Guadalupe. Tú dominarás en ella con el cetro suavísimo de tu misericordia; y en la paz como en la guerra, en la agitación como en la tranquilidad, nos veras con benignos ojos y extenderás tus benditas y poderosas manos para bendecirnos. Y nosotros, con todas las generaciones futuras, te aclamaremos como nuestro Rey y Salvador. Allá colarán las muchedumbres a pedirte gracias y a ofrecerte, con alma y vida, guardar tu Santa Ley: y tú, Redentor amorosos de los hombres, atrae a tu Corazón adorable a los pecadores para convertirlos.
Rcobra tu dominio sobre tantas almas apostatas, desorientadas y engañadas con falsas y perversas doctrinas; conserva la fe en nosotros y despréndenos de los miserables bienes el mundo; calma los odios y une a los hermanos; ilumina a los ciegos; perdona a los ingratos; pero sobre todo concede a ru Iglesia la libertad y la paz por la que tanto suspiramos. Derrite con el fuego de tu divino pecho, misericordioso Jesús, el hielo de las almas; establece tus reales de nuestro país y penetre tu caridad en las cárceles, en los hospitales, en las escuelas, en los talleres; haz un trono para tí en cada corazón mexicano, porque los Pastores y las ovejas, los padres y los hijos, nos gloriamos de ser tuyos. Danos por fin una santa muerte, sepultándonos en la herida preciosa de tu Corazón de amor, para resucitar en los esplendores del cielo, cantando eternamente:
CORAZON SANTO.
TU REINARAS YA,
MEXICO TUYO
SIEMPRE SERÁ.
¡Viva Cristo Rey, en mi corazón, en mi casa y en mi patria! Amén.
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