Traducción del inglés hecha por Jules el 20 de abril de 2015 para Católicas México.
Cuando era joven, santa Catalina de Siena se confinaba a una recámara pequeña en la casa de su padre, en la cual oraba y hacía penitencia por sus pecados. Hizo tal durante tres años. Al reflexionar sobre los pecados del mundo, se acusaba a sí misma: «Si yo no hubiera pecado, el mundo sería un mundo mejor». Cuando leí el artículo excelente de Thomas Droleskey «Dejemos de hacernos ilusiones» (“Let’s stop kidding ourselves”), me acordé de las palabras de aquella santa.
Desde 1973 —el año del fallo Roe v. Wade en EEUU—, grupos e individuos provida han sido prontos a señalar (con razón, sin duda) que los políticos «conservadores» no son tan provida como lo deberían. Sin embargo, en las palabras de Droleskey, nosotros quizá tengamos que «dejar de hacernos ilusiones» y admitir humildemente que tampoco somos tan provida como lo deberíamos.
He aquí la realidad.
La mayoría de nosotros compramos cobertura sanitaria de aseguradoras que pagan «servicios» abortivos. A lo mejor otros proveedores de seguro estén disponibles, pero optamos por el más barato —aunque sea proaborto—.
Y nos consideramos provida.
La mayoría de nosotros compramos productos de compañías que también producen drogas farmacéuticas abortivas. Leemos sobre gente que boicotea a estas compañías, pero nos quejamos de que los boicoteos no logran nada.
Y nos consideramos provida.
Que sea por planes de jubilación en el trabajo o por nuestras cuentas individuales de retiro, muchos de entre nosotros compramos acciones de compañías que practican el aborto, aunque fuentes alternativas de inversión son de fácil acceso.
Y nos consideramos provida.
Cuando estamos buscando a un agente inmobiliario, a un mecánico para el auto o a un dentista, la mayoría de nosotros elegimos el más barato, en lugar de darle trabajo al padre de familia católico.
Y nos consideramos provida.
Cuando estamos en la Misa y vemos a niños que empiezan a agitarse, la mayoría de nosotros le damos una mirada fría y juzgadora a la madre, como si le estuviéramos diciendo, ¡deberías sujetar mejor a tus niños! En vez de ofrecerle una sonrisa de solidaridad alentadora, la miramos con intolerancia.
Y nos consideramos provida.
La mayoría de nosotros nunca le hemos ofrecido asistencia financiera a una madre no casada.
Y nos consideramos provida.
Cuando vemos gente proaborto en la tele, la mayoría de nosotros no le tenemos lástima por sus pecados, ni oramos por su conversión.
Y nos consideramos provida.
La mayoría de nosotros criticamos a los demás por ser proaborto, o por ser apáticos en cuanto al aborto, pero estamos demasiado avergonzados, ocupados o temerosos para evangelizarlos.
Y nos consideramos provida.
La mayoría de nosotros nunca hemos ayunado en reparación del pecado del aborto.
Y nos consideramos provida.
La mayoría de nosotros decimos, «Algún día, Dios tomará venganza de los que asesinan a los inocentes», en vez de considerar que nosotros somos pobres pecadores cuya obra consiste en convertir a los que asesinan a los inocentes.
Y nos consideramos provida.
La mayoría de nosotros preferimos oír Misa en una iglesia que quede cerca de la casa —aunque el cura sea liberal o irreverente— en vez de darle apoyo al cura decididamente provida.
Y nos consideramos provida.
En Fátima, Nuestra Señora nos hizo un pedido sencillo: rezar el rosario cada día por la conversión de los pecadores. La mayoría de nosotros no rezamos el rosario cada día.
Y nos consideramos provida.
Somos católicos y provida y nos felicitamos por lo tanto. Pero ¿qué significa ser provida? ¿Atestiguan nuestros actos cotidianos la catolicidad de nuestras creencias? Creo que es tiempo ya que prestemos atención a la sugerencia del Padre Frank Pavone y que hagamos todos un examen de conciencia provida. Creo que ha llegado la hora en que nos demos cuenta, como se dio cuenta santa Catalina, que sin nuestros pecados, el mundo sería un mundo mejor.
Ser provida significa más que meramente oponerse al aborto, pero cada día esta noción se nos escapa. Sí, la mayoría de los católicos entienden la parte más fácil de la ecuación: «evitar el mal». Es la parte «hacer el bien» en la que fallamos. Ser católico fiel y provida significa más que asentir a una prohibición. Debemos comprobar por nuestros actos que amamos a los no nacidos y que nos afanamos por la conversión y la salvación de los abortistas.
Si acaso lo hemos olvidado, Nuestro Señor y Salvador misericordioso ya ha dado a la Iglesia militante una receta para vencer en la guerra provida: oración, sacrificio y evangelización. El rosario, la penitencia frecuente, el ayuno, el sacrificio financiero, los sacramentos; si queremos ganar la batalla, éstas son nuestras armas. Si hacemos buen uso de ellas en la batalla por la vida de los no nacidos, Dios nos concederá la victoria. Si no las usamos, debemos entonces preguntarnos francamente si merecemos la victoria.
Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia, ruega por nosotros.
Artículo original: Tuttle, Jonathan, «Yet We Claim to be Pro-Life», Seattle Catholic, 19 de septiembre de 2003, disponible en: <http://www.seattlecatholic.com/article_20030919.html>.