Sección a cargo de Alejandra Muñoz
Siguiendo los pasos de Pedro.
No podemos negar que la humanidad está pasando por uno de sus momentos más obscuros, ahora al mal se le llama bien y al bien mal, no podemos negar que la brújula de nuestra conciencia ha perdido en muchos sentidos su capacidad natural de mostrarnos la diferencia entre lo bueno y lo malo, que las leyes naturales que fueron implantadas por Dios las hemos suplantado por ideologías artificiales basadas únicamente en el egoísmo y la indiferencia hacia Dios y por ende a nuestro prójimo.
Es más que urgente escuchar a Pedro que ha caminado por los siglos través de los Papas, siendo estos guiados como Pedro por el Espíritu Santo, los Papas gozan de este carácter de infalibilidad que nuestro Divino Redentor quiso dejarnos en su Iglesia en temas de fe y moral. Hoy más que nunca podemos entender porque Jesús quiso dejarnos un Vicario para guiar a la humanidad como un padre lo haría, con una mano firme y amorosa, él cual nos lleva por el sendero correcto al encuentro de nuestro Creador, única y verdadera razón del ser humano.
El Papa es ese faro que nos ilumina en este océano de obscuridad, de desafíos y sobre todo de tentaciones. Como cristianos podemos entender perfectamente bien que pasa sin tener un guía, (imagínese la ciudad más congestionada del país en el que usted vive, ahora imagínela sin semáforos, sin señales, sin divisiones, sin autoridades, no pasaría mucho tiempo antes de que esta ciudad se vuela todo un caos), este caos es en el que vivimos en la actualidad en las sociedades modernas, empezando por las miles y miles de doctrinas diferentes creadas por los pastores de estas nuevas mal llamadas “iglesias” que se han creado en las últimas décadas donde cada quien proclama tener la verdad, pasando por los modernistas, masones, librepensadores, socialistas y un largo etc, etc, etc…
Esta sección está dedicada a recopilar las enseñanzas de los Santos Padres con temas que tocan a nuestras sociedades, como es la doctrina y moral católica. Así como algunas reflexiones como respuesta a ciertas ideologías que se han introducido (o por lo menos tratan de introducirse) en la Iglesia y que tienen de todo menos de católicas.
Hoy empezaremos con el Papa Francisco en el comienzo de su pontificado.
El Santo Padre en su homilía del jueves 14 de marzo de 2013, en la capilla Sixtina, en su primera Misa con los Cardenales, un día después de su elección el Papa hizo esta reflección :
“Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG (organización sin fines lucrativos) asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, se está parado. ¿Qué ocurre cuando no se edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es consistente. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la memoria la frase de Léon Bloy: «Quien no reza al Señor, reza al diablo». Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.”
El Papa en su primera misa frente a los Cardenales hablando del demonio (no se suponía que el diablo era una invención de nuestras abuelitas para darnos miedo cuando nos portábamos mal?), en la actualidad hay toda una corriente de teólogos católicos que niegan la existencia del demonio (supongo que lo hacen con la mejor de las intenciones, han de estar convencidos, que si lo negamos, o lo ignoramos terminara por irse) y por tanto es un dogma de fe creer en su existencia, estos teólogos toman las Santas Escrituras, el Catecismo de la Iglesia, las enseñanzas teologales que por siglos y siglos han sido base de la tradición de la iglesia, así como las enseñanzas de los Santos Padres, las hacen bolita y las avientan por la ventana, quedando como única base para negar su existencia su propio razonamiento.
Ahora, que si tiene dudas, tome ese libro que tiene en la cabecera de su cama, quítele el polvo (claro, me estoy refiriendo al Catecismo) y lea…. pero bueno, si no tiene tiempo o paciencia para sumergirse en él, vayamos directamente a los párrafos que nos hablan del diablo:
La caída de los ángeles
391 Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali(«El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos») (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS, 800).
392 La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta «caída» consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: «Seréis como dioses» (Gn 3,5). El diablo es «pecador desde el principio» (1 Jn 3,8), «padre de la mentira» (Jn 8,44).
393 Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. «No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte» (San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, 2,4: PG 94, 877C).
394 La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama «homicida desde el principio» (Jn 8,44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt 4,1-11). «El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo» (1 Jn 3,8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios.
395 Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física—en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero «nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8,28).
Por otra parte el Papa Pablo VI dice lo siguiente: «Se separan de la enseñanza bíblica y eclesiástica los que se niegan a reconocer la existencia del diablo, o los que lo consideran un principio autónomo que no tiene, como todas las criaturas, su origen en Dios; y también los que lo explican como una pseudorealidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias. El problema del mal, visto en toda su complejidad y su carácter absurdo respecto a nuestra racionalidad unilateral, se hace obsesionante. Constituye la dificultad más fuerte para nuestra inteligencia religiosa del cosmos.