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REDACCIÓN CENTRAL, 04 Ago. 13 / 12:01 am (ACI).- Hoy la Iglesia celebra a San Juan Bautista María Vianney o Cura de Ars, por el nombre del pueblo en Francia donde sirvió durante 41 años. Fue un gran confesor, tenía el don de profecía, recibía ataques físicos del demonio, y vivió entregado a la mortificación y la oración. Es el patrón de los párrocos.
Su gran amor por la salvación de las almas lo llevaba a pasar cerca de 11 horas en el confesionario donde arrebata muchas almas al demonio que molesto lo atacó física y tangible por 35 años.
En febrero de 1818, recibió su traslado a Ars. El Vicario General le dijo: «no hay mucho amor en esa parroquia, tu le infundirás un poco». Cuando llegó por primera vez al lugar dijo una profecía, «la parroquia no será capaz de contener a las multitudes que vendrán hacia aquí».
Al ser un pueblo muy atraído por lo mundano cuando salía a orar por la pradera hablaba con los habitantes de las cosechas, el tiempo, sus familias, para ganarse la amistad. Se preocupaba por los pobres, tenía la virtud de la humildad.
Era desprendido de las cosas materiales, al punto que dormía en el suelo de su cuarto porque regaló la cama, comía papas y de vez en cuando un huevo hervido, siempre decía que “el demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de pelo; lo que realmente teme es a la reducción de comida, bebida y sueño».
Una vez el demonio hizo temblar su casa por 15 minutos, en otra ocasión quiso sacarlo de la Misa e incendió su cama pero el santo mandó a otras personas apagar el fuego y el no dejó el altar. Por horas hacía ruidos para no dejar dormir al santo, y hasta gritaba debajo de la ventana del santo: «Vianney, Vianney comepapas».
Una de las secuelas de la revolución en Francia, fue la ignorancia religiosa. Para remediarla pasaba noches enteras en la pequeña sacristía componiendo y memorizando sus sermones pero no tenía buena memoria y le costaba retener lo que escribía.
Instruía a los niños en el catecismo y luchó para que la gente no trabajara o estuviera en las tabernas los domingos. En una de sus homilías dijo que «la taberna es la tienda del demonio, el mercado donde las almas se pierden, donde se rompe la armonía familiar”, logrando con el paso del tiempo que la taberna se cierre y la gente santificara el día del Señor.
Su popularidad fue creciendo y llegaban miles de personas al pueblo de todas partes para confesarse con él. En una ocasión cuando querían cambiarlo de pueblo, una señora escribió amenazando con estrangular al Vicario General si lo hacían. El último año de su vida llegaron más de 100 mil personas.
Le concedieron al pueblo el permiso de construir una Iglesia, lo que garantizaría la permanencia de santo. Su tierno amor por la Virgen María llevó a que consagre su Parroquia a la Madre de Dios. Hasta ahora se mantienen en el mismo lugar la estatua de la Virgen que él colocó en la entrada.
A las 2 a.m. del sábado 4 de Agosto de 1859, el Cura de Ars encomendó su alma a Dios. Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia de Ars. El 8 de Enero de 1905, el Papa Pío X lo Beatificó y en la fiesta de Pentecostés el 31 de mayo de 1925, el Papa Pío XI declaró a Juan María Bautista Vianney, santo.