Su origen.
La devoción de la hora santa tuvo su origen en la oración que Jesús hizo en Getsemani , la víspera de su muerte en la noche del jueves al viernes santo. Consiste en pasar una hora entera en oración de las 11:00 a las 12:00 de la noche de ese día todas la semanas. Su institución se debe a nuestro Señor mismo que la pidió a su fiel sierva Santa María Margarita en estos términos: todos las noches del jueves al viernes te haré participante de aquella mortal tristeza que quise sentir en el Huerto de los Olivos y para acompañarme en la humilde oración que presente entonces a mi Padre te levantarás entre 11y 12 de la noche y posternada pegando el rostro con la tierra procurarás no solo aplacar la ira divina pidiendo la gracia para los pecadores si no también endulzar de alguna manera la amargura que sentí por el abandono de mis apóstoles a quien reprendí por no haber podido velar una hora conmigo.
Resulta, pues, de estas palabras que la Hora Santa es una de las prácticas más queridas del Corazón de Jesús tiene por objeto consolarle de la ingratitud de los hombres, reparar las ofensas de los pecadores, obtener gracias particulares para los agonizantes, para las personas afligidas y en fin excitarnos a una viva contrición.
Se puede hacer la Hora Santa delante del santísimo Sacramento, o transportándose en espíritu al pie de un Tabernáculo porque no solo se debe consolar la agonía dolorosa desde Getsemani, si no también la agonía incesante, si podemos decirlo así, del Dios de la Encarnación, pues Él mismo que sufrió la primera, soporta la segunda. Jesús en el santísimo Sacramento se digna reclamar nuestro amor y nuestros consuelos ¿quién se los rehusara?no hay prescrita para emplear devotamente en la Hora Santa ninguna meditación particular pero las palabras de Nuestro Señor indican que conviene meditar su Dolorosa Agonía sus Profundas Humillaciones y su Amor, pagados con tantas ingratitud, así como de implorar el perdón de nuestros pecados y los ultrajes hechos a la Majestad Divina en el curso de los siglos.
Oración preparatoria.
Amantísimo y dolorosísimo Jesús, amadísimo Salvador nuestro, permíteme arrodillarme a Vuestro lado en el jardín de los Olivos y pasar esta hora unido íntimamente a Vuestro Corazón agonizante durante la hora santa que os pediste a Vuestra fiel amantísima víctima Santa Margarita-María.
Concededme Salvador adorado, la gracia de participar a Vuestros incomprensibles dolores y a los sentimientos de compasión que llenaron el alma de María santísima en esta noche de mortales angustias. Os ofrezco, para suplir mi insuficiencia, los afectos de esta madre amantísima, los de la Santa Margarita María, y los de todas las almas que más os han consolado en este misterio de dolor y de amor; Y también los de vuestros fieles guardias de honor que, en esta misma hora, se asocian al amargísimo desamparo de Vuestra Santísima alma en el huerto de Getsemani. ¡Oh Jesús, misericordia y dulzura mía, o suavísimos y afligidísimo Maestro, toleradme en vuestra presencia. Escuchadme, bendecidme y sumergidme en el océano de amargura que va a invadir y llenar Vuestro dulcísimo Corazón. Amén.
Primer cuarto de hora.
«Mi alma está triste hasta la muerte». Consideremos a Jesús el gran Penitente de Amor, el Cordero Inmaculado presentándose delante de su Padre cargado con todas las iniquidades del mundo: «Se hizo pecador por nosotros»dice San Pablo. Se hizo nuestro fiador y ha de pagar hasta el último cuadrante de nuestra deuda.
Todas las, abominaciones,traiciones,atentados, maldades, sacrilegios.Todos los crímenes por decirlo en una palabra, que han manchado y mancharan a la humanidad entera; El la santidad infinita será revestido de ellos como de una lepra asquerosa.
Cubierto con este manto de ignominia, se arrodilla para confesar, en el Tribunal de la Justicia Divina todos los pecados de los hombres.
Confiteor Deo Omnipotenti
Y no solamente los confiesa uno a uno sino que le producen vergüenza inexplicable y contrición infinita, implora desde el fondo del abismo de humillación y de dolor en que está sumergido el más humilde perdón de ellos….
De Profundis Clamavi Ad te Domine.
¡Ah el pecado, ese lodo en el mundo, ese mal abominable con el que el nobilísimo Hijo de Dios se siente como impregnado hasta lo más Íntimo de su sustancia, le llena de tan grande angustia que, cayendo postrado sobre su rostro, exclama: «Tristis est anima mea usque ad mortem» mi alma está triste hasta la muerte». Dulcísimo Cordero que quitáis los pecados del mundo preservarnos para siempre desde único y supremo mal.
Por el mortal desamparo a que nuestras iniquidades os redujeron en el Getsemani hacednos concebir un vivo dolor de nuestros pecados y la enérgica resolución de no ofenderos en adelante. ¡Perdón Señor para nosotros, perdón para los pobres pecadores nuestros hermanos¡
Acto de contrición. Parche Domine.
Segundo cuarto de hora.
«Padre si es posible, pase de mí este Cáliz»
No solamente Jesús se ha revestido de nuestras iniquidades y las ha confesado a la majestad divina sino que las ha expirado en su Corazón, en el huerto, en su Carne Santísima, sobre la Cruz.
Consideremos, lo primero que sobre el Corazón Santísimo de su muy amado hijo va a descargar el Eterno Padre su enojo y ejercer todo el rigor de su Justicia consideremos a Jesús, Dulce Cordero, Mansedumbre infinita, entregado al terror de la vista de su padre irritado.
El temor … El tedio … La tristeza se apoderan de su Alma Santísima. Comienza temer «Pavere», a la vista de los tormentos que le esperan, a sentir un tedio mortal «tædere» causado por la ingratitud de los hombres y por la inutilidad de su pasión para tantos y afligirse con amarga tristeza «mæestus esse» mirando nuestros innumerables pecados, los cuales ha tomado sobre si abrevado de amargura.
Y el alma santísima del Salvador, llena de temor, pide misericordia: «Padre, si es posible, pase de mí este cáliz.»
Su espíritu se turba, su cuerpo tiembla y suda sangre hasta regar con ella a la tierra. Escuchemos lo que Él mismo Nuestro Señor reveló a Santa Margarita María acerca de la lucha formidable que sostuvo en el Huerto de Getsemaní:
«He comparecido, dijo, ante la santidad de Dios quien sin atender a mi inocencia me anonadado en su santa ira,haciéndome beber el cáliz lleno de la hiel y de la amargura de su justa indignación como si hubiera olvidado el nombre de Padre para sacrificarme a su justa cólera. No hay criatura alguna ~añadió Nuestro Señor~ que pueda comprender los grandes tormentos que sufrí entonces y este mismo dolor es el que experimenta el alma criminal cuando comparece ante el tribunal de la Santidad divina que pesa en algún modo sobre ella, la lástima con su peso, la oprime y la destroza porque así lo pide la divina Justicia. Oh! pensemos que un día tendremos nosotros que comparecer también ante la santidad de Dios preparémonos a sufrir sus rigores, porque si esto se hace en el leño verde, en el seco ¿que se hará? Y sobre todo seamos indulgentes con nuestros hermanos no los juzguemos y no seremos juzgados. Con la misma medida con que mediéramos seremos medidos.
Tercer cuarto de hora.
«¡Qué! ¿no habéis podido velar una hora conmigo?»
La Víctima santa, inundada en su sangre, se levanta buscando quien la consuele. Pero ay! el gran Justo abandonado en Getsemaní hubo de exprimir solo el lagar.
Sus tres más queridos e íntimos amigos, Pedro, Santiago y Juan, dormían a unos pasos de allí ¿quien podrá decir el dolor que sintió Jesús por semejante abandono? ¿A tal hora?…¿En tal lugar?…Pero su amantísimo Corazón debía conocer todos los dolores y cubrirnos con toda su indulgencia…» ¡Que! ¿no habéis podido velar una hora conmigo?» ¡Que dulce reproche! Seguida de aquella caritativa advertencia velad y orad para que no caigáis en tentación». ¡Oh maestro agonizante y siempre paciente y bondadoso, no permitáis que Vuestros escogidos, Vuestros guardias de honor, se adormezcan jamás cobardemente en el puesto de amor en que vos Os habéis tan misericordiosamente colocado!
En Vuestro tabernáculo como en el huerto de los Olivos sufrís aún todos los horrores de una lenta agonía. Allí Os persiguen las traiciones; la ingratitud de los hombres Os hace gemir, lloráis nuestros crímenes y los confesáis día y noche a Vuestro Padre celestial. Oh Jesús, dulcísimo Jesús, que, careciendo de los divinos consuelo no habeís enviado convidado a consolaros; hacernos vigilantes y esforzados, generosos y enteramente dedicados a Vuestro Sagrado Corazón. Enseñadnos a orar y velar para no caer en la tentación y para que así nos libremos de todos los peligros de la hora presente. Por el incomparable desamparo de Vuestro Corazón en Getsemaní tened piedad, oh Jesús de los afligidos. Consoladlos, sostenedlos y santificadlos en la hora de la prueba. Piedad también Señor, para los agonizantes y para nosotros mismos cuando llegue la terrible hora de comparecer delante de Vos, y de recibir la sentencia que nos hará dichosos o desgraciados por todo un eternidad. Amén
Oración por los agonizantes
Último cuarto de hora.
«Ya el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores Levantaos vamos»
Jesús había orado tres veces diciendo: «Padre, si es posible pase de mí este cáliz» añadiendo luego: «No se haga mi voluntad sino la Vuestra»
Ahora bien, esta voluntad santa era que el adorable agonizante muriese porque «la muerte es la paga del pecado». «Levantaos -dijo a sus discípulos- y vamos».» ¿ A donde mi dulce Maestro y Señor?» «Al beso de Judas, al pretorio, a la columna, al calvario, al patíbulo infame.» Y adelantándose a las tropas enemigas que viene a prenderle ¿A quien buscais? -les dijo- «A Jesús de Nazaret» «Yo soy»
¡Oh gran Combatiente de amor! ¡Oh Luchador Magnánimo que nos convidéis a seguiros! ¡Henos aquí!. Vuestros guardias de honor os escoltarán debidamente, subirán con Vos a la montaña Santa de los Dolores, que es «el monte de los amantes». Bajo Vuestras órdenes, ¡Oh Rey inmortal de los siglos! quieren pelear el buen combate, vencer al príncipe de las tinieblas, triunfar del mundo, y morir resueltamente así mismos, a fin de vivir solo para Vos. Vamos y muramos con Él. Transportemonos en espíritu al Calvario. Adoremos al divino ajusticiado expirando en el árbol de la Cruz: ¡Él es el amor muerto de amor! ¿No viviremos en adelante para amarle únicamente? Si; en retorno entreguemos todo a Jesús y por Él, con Él y en Él, al beneplácito divino.
Unamos nuestras pobres inmolaciones a su continua inmolación en el altar. Volvamos sacrificio por sacrificio amor por amor al Corazón herido de Jesús, y entremos en seguimiento de la Santísima Virgen María, San Juan y Santa María Magdalena en su Llaga adorable, para no salir jamás de ella.
Conclusión.
¡Padre santo, que habéis amado tanto al mundo que la habéis entregado y sacrificado a vuestro Hijo único nosotros, Os bendecimos por esta incomprensible misericordia! No pudiendo hacerlo dignamente Os damos gracias por medio del Corazón de Nuestra Dulce y Santa Víctima. ¡Después de hacerse nuestra redención, se hará nuestra acción de gracias!Y a Vos oh Salvador, oh Cordero, oh Amor nuestro inmolado, Os alabamos, Os bendecimos, Os glorificamos por todos los siglos, por haberos sacrificado por la salvación de Vuestras pobres criaturas. Por medio del Corazón de María inmolada al pie de la Cruz, por la voz elocuente de sus lágrimas de madre. Os damos gracias, y Os prometemos Oh Jesús amadísimo, huir del pecado, combatir nuestras perversas inclinaciones, vencer nuestra repugnancia para el bien, y nuestro apego al mundo y sus falsos placeres, repitiendo con vuestra fiel amante Santa Margarita María: «El amor divino me ha vencido Él solo poseerá mi corazón». Amén
Rezar por las intenciones del Santo padre para obtener la indulgencia plenaria. Un Padre Nuestro un ave María y un Gloria